viernes, 22 de agosto de 2014

Cuento sobre el amor y la vida: Un ángel en la tierra

Había una niña que se llamaba Bella, y desde muy chica, brillaba por su mirada radiante, una sonrisa contagiosa y una luz que todo lo iluminaba. Quienes la conocían siempre decían: “Que bello angelito”. 

A los cinco años, ella hacía lo mismo que cualquier niña de su edad: jugar, bailar, cantar, dibujar, saltar, reír y otras cosas divertidas. Pero de noche, desplegaba sus alas de ángel y viaja en sueños a sitios extraordinarios, dónde descubría el mundo y sus fantásticos habitantes.
Una noche viajó al pasado, y llegó al Jardín Colgante de Babilonia, allí conoció a una hermosa mariposa, quien le contó que dicho jardín había sido el regalo de un rey para su amada reina que estaba muy triste, pero ahora eran solo ruinas. También le contó a Bella, que una mariposa tan sólo vive unas semanas o unos pocos meses, su vida era muy corta.
—¡Que pesar que las cosas lindas duren tan poco! —dijo Bella a la mariposa.
—En la tierra todo pasa —le dijo la mariposa a la niña— por eso: No olvides valorar el tiempo.
Otra noche, voló a un desierto de África dónde esperaba encontrar algún animal fuerte y gigante, como un rinoceronte o un león; pero no fue así,  halló a un pequeño ratón, despierto y trabajando muy feliz entre la arena y las piedras. 
—Siendo tan pequeño ¿cómo puedes vivir en tan peligroso lugar? —preguntó Bella al ratoncito.
­El diminuto animal, le contó como fabricaba su madriguera en la arena y almacenaba comida para poder sobrevivir, su secreto era trabajar cuando los otros dormían.
—Si no eres muy grande, tienes que ser más inteligente —le respondió el ratón­­—,y para ser inteligente: No olvides aprender de todos, aún de los más pequeños.
El último viaje fantástico fue a la India. Allí sí vio a un enorme animal. Era un elefante, tan fuerte como 20 caballos,  con grandes orejas y una larga trompa. Él era el amo de la manada, y le dijo un secreto extraordinario: hace  miles de años los elefantes podían volar.
—¿Por qué ya no pueden volar? —preguntó la niña.
—Porque se necesitan alas para volar —respondió con nostalgia el elefante—, y las nuestras se convirtieron en dos grandes orejas cuando dejamos de amar.
Por eso, pequeña niña si no quieres dejar de volar no olvides practicar la bondad.
Y así, Bella fue creciendo con todas las enseñanzas de sus nocturnos amigos. Aprovechaba al máximo cada día, aprendía de todos y lo más importante amaba con el corazón, lo cual la hacía parecer un ángel en la tierra. 

 © 2014 Liliana Mora León
Imágenes: http://pixel-kawaii.blogspot.com/