viernes, 22 de mayo de 2015

Cuento sobre el amor a los libros: Lola Lee Que Lee


Hace algún tiempo...¡Lola odiaba los libros!

En sus primeros años, prefería jugar en el parque que sentarse a leer un libro.

Cada vez que su madre la llamaba para leer, Lola le decía: ¡No quiero! ...y hacía una gran pataleta que a todo el mundo aterraba.

Al principio, a pesar de las rabietas de la pequeña, mamá le enseñó la ronda de las vocales y aprendió a cantar: a e i o u…a e i o u.  Lola descubrió que: ¡Las vocales eran divertidas!

Luego, mamá le mostró el vídeo del mono sílabo, y con aquel entretenido animal formó parejas de dos en dos: ma me mi mo mu - pa pe pi po pu... ¡Lola daba brincos de la alegría!

Lola, también conoció los números. Supo que después del dos llegaba el tres. Contaba todo el tiempo sin parar: Una manzana, Dos muñecas, Tres pelotas...

La sorprendió mucho ver la sonrisa de mamá, cuando sumando palabras escribió por primera vez: “Amo a mi mamá”.

Ese día, Lola supo que las palabras podían hacer felices a las personas…y surgió en ella el deseo de aprender más y más palabras.

Muy contenta, aprendía palabras cada vez más grandes: De una...de dos...de tres...de diez letras y más. ¡Llego a crear palabras gigantes!

Poco a poco, Lola aprendió a leer palabras, y lo podía hacer a cualquier hora y en cualquier lugar. 

Comenzó leyendo cuentos chicos. Luego, libros cada vez más grandes. Comprendió que mientras más páginas tenía el libro, más duraba la aventura.

Si el día estaba lluvioso y no podía salir a jugar, ya no había ningún problema: ¡Un libro era su mejor compañía!


Cuando leyó la historia de  Aladino y su lámpara maravillosa,  le pidió al famoso genio...¡Más libros para leer!

Parece que el genio la escuchó: porque en los cumpleaños, la navidad o cualquier fecha especial, le regalan más y más libros.

Ahora tiene tantos, que en su cuarto formó una montaña de libros, que crece y crece. ¡Cada día está más grande! 

Lola comparte sus cuentos con sus amigos, adora cuando todos hacen parte de la misma historia.

También, regaló algunos de sus libros preferidos a la iglesia. Quiere que todos los niños pobres tengan un cuento que los haga soñar.


Pero una mañana, Lola pensó que nunca más volvería a leer. Cada vez que leía sentía un fuerte dolor de cabeza. Las letras las veía algo borrosas. Parecía que las palabras se estuvieran desapareciendo de las páginas de sus libros.

Con llanto le contó a la mamá. Ella inmediatamente la llevó al doctor. Él, iluminó sus ojos con una pequeña linterna, la miró con unos binoculares de científico y la puso a leer letras en un cartel.


Después de una larga espera en la sala del doctor, Lola salió de allí luciendo unas gafas muy bonitas. ¡Parecía una niña más inteligente!

Al llegar casa, se sintió aliviada. Al abrir un libro, había recuperado las palabras perdidas ¡Esa gafas eran mágicas!

A veces, se siente triste cuando termina un libro. Quisiera que fuera más largo, para continuar el viaje.  Pero después…recuerda que puede volver a leerlo cuantas veces quiera, y...recobra la alegría.

Ahora con sus gafas mágicas, Lola lee que lee, y no para de leer.

Ayer, le contó a la mamá que tiene un nuevo deseo para Aladino:
 ¡Qué todos los niños del mundo amen los libros tanto como ella!  

© 2015 Liliana Mora León
Imágenes: Pixabay